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<p class=MsoNormal><span style='font-size:11.0pt;font-family:"Calibri","sans-serif";
color:#1F497D'><o:p> </o:p></span></p>
<p class=MsoNormal style='margin-bottom:12.0pt'>NUNCA ES TRISTE LA
VERDAD, LO QUE NO TIENE ES REMEDIO.....<o:p></o:p></p>
<p class=MsoNormal> <o:p></o:p></p>
<p class=MsoNormal><o:p> </o:p></p>
<p class=MsoNormal><strong><span style='color:teal'>Lucha de clases en la
escuela pública (por Martín Caparrós)</span></strong><span style='color:teal'><br>
<br>
Soy un producto de la escuela pública argentina y a veces,
cuando me distraigo, me da<br>
orgullo; mi hijo también fue a la escuela pública y acaba de
terminar su quinto<br>
año. Pero en las décadas que pasaron desde que empecé primer grado
–inferior–<br>
nuestro sistema educativo cambió brutalmente. Cuando yo era chico
sólo iban a<br>
colegios privados los garcas que querían educarse a fuerza de
hostias y los raros que<br>
preferían hablar otros idiomas y los vagos que la escuela pública no
soportaba<br>
más. Pero mis amigos y yo –hijos de la clásica clase media
porteña–<br>
sabíamos que el sistema de educación estatal era nuestro lugar: la
escuela pública<br>
era la mejor, la primera opción. Ahora no: mis amigos dudan mucho
antes de mandar a<br>
sus hijos a una escuela del Estado –y la mayoría no lo hace. <br>
<br>
La educación pública ya no es para todos, ni para el que la
elige; es para quien no tiene<br>
más remedio. Tres de cada cuatro alumnos estatales pertenecen al
tercio más<br>
pobre de la población. <br>
Entre el 20 por ciento más pobre, nueve de cada diez van a la
escuela pública; <br>
entre el 20 por ciento más rico, uno de cada siete. Y la tendencia
se acelera: <br>
en 1997 el 24 por ciento de los chicos acomodados iba a escuelas
públicas; en <br>
2006, según un informe del Centro de Estudios de Políticas Públicas,
sólo el 15 <br>
por ciento. Las cifras precisan lo que ya sabemos: que los padres
quieren mandar <br>
a sus hijos al privado. En la escuela sarmientina quedan los que no
pueden: los <br>
más pobres. <br>
<br>
El fracaso de la educación pública es el efecto más
espectacular del derrumbe del<br>
Estado argentino. Solía ser su estandarte: la forma más eficiente de
producir esa<br>
relativa integración social que nos constituyó como país, en esas
aulas donde,<br>
bajo los delantales blancos, las clases sociales se mezclaban por un
rato y se<br>
formaban con las mismas consignas, las posibilidades brevemente
emparejadas.<br>
La educación pública servía para equilibrar, para integrar, para<br>
“redistribuir” –y para producir un país más
educado, con mejores posibilidades en todos los<br>
terrenos. Ahora parece como si no importara. Y, de hecho, no les
importa a los que<br>
manejan el Estado: hace mucho que mandan a sus chicos a colegios
privados. Es<br>
una característica de muchos estados actuales –sus dirigentes
no se incluyen en<br>
ellos, no usan sus escuelas y hospitales, no le pagan impuestos, no
respetan<br>
sus leyes–y es curiosa: ¿quién se imagina al gerente de la
coca-cola<br>
pidiéndose una pepsi? <br>
<br>
Así que tengo una propuesta populista para encarar la cuestión
educativa. Es una ley<br>
que habría que votar cuanto antes: “Queridos gobernantes, no
todo pueden ser<br>
alegrías, ganancias extraordinarias, honores merecidos, gratitud
popular. Los<br>
cargos deben tener alguna carga. Y ésta será modesta pero
inflexible: se<br>
ordena, so pena de prisión y pedorreta pública, que todos los
funcionarios del Estado<br>
–de un nivel equis para arriba– manden a sus hijos y
nietos, sin excepción,<br>
a la escuela estatal más cercana”. Es posible que, entonces, la
educación<br>
pública mejore seriamente. </span><o:p></o:p></p>
<p class=MsoNormal><br>
<span style='color:teal'> Así estamos, en la lucha de clases.<br>
<br>
La lectura de esta nota, más el conocimiento de un anteproyecto
de ley impulsado por<br>
padres rionegrinos en 2002, proponiendo lo mismo; y un proyecto del
senador<br>
brasileño Cristiam Buarque - ex ministro de Educación del
gobierno de Lula -, con<br>
similar proposición en el país hermano, fortalecieron la sensación
de que no era<br>
una idea tan absurda.</span><o:p></o:p></p>
<p class=MsoNormal> <o:p></o:p></p>
<p class=MsoNormal style='margin-bottom:12.0pt'><span style='color:teal'> La "ingenuidad"
sumada de muchos puede transformarse en una decisiva manera de<br>
instalar el tema y llegar a que se debata seriamente.<br>
<br>
Si estás de acuerdo, reenviá este mensaje para que se propague
y el mail grite hasta que<br>
nos escuchen<br>
<br>
Saludos,<br>
Martín Caparrós</span><o:p></o:p></p>
<p class=MsoNormal><span style='font-size:11.0pt;font-family:"Calibri","sans-serif";
color:#1F497D'><o:p> </o:p></span></p>
<p class=MsoNormal><span style='font-size:11.0pt;font-family:"Calibri","sans-serif";
color:#1F497D'><o:p> </o:p></span></p>
<div>
<p class=MsoNormal><span style='font-size:11.0pt;font-family:"Calibri","sans-serif";
color:#1F497D'> Prof. Carlos O. Vuarant<o:p></o:p></span></p>
<p class=MsoNormal><span style='font-size:11.0pt;font-family:"Calibri","sans-serif";
color:#1F497D'> Secretario Técnico<o:p></o:p></span></p>
<p class=MsoNormal><span style='font-size:11.0pt;font-family:"Calibri","sans-serif";
color:#1F497D'>Fac. Ciencias de la Alimentacion<o:p></o:p></span></p>
<p class=MsoNormal><span style='font-size:11.0pt;font-family:"Calibri","sans-serif";
color:#1F497D'> 0345-423-1451<o:p></o:p></span></p>
</div>
<p class=MsoNormal style='margin-bottom:12.0pt'><span style='font-size:10.0pt;
font-family:"Verdana","sans-serif"'><br>
<br>
<o:p></o:p></span></p>
</div>
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