[Egresados] [Docentes] Una reflexión sobre donde está el espíritu critico la Universidad
Roberto Varela FCAL
varelar en fcal.uner.edu.ar
Sab Mayo 22 11:44:01 -03 2021
Estimados gracias por opinar y compartir puntos de vista
Evidentemente Andrea nos separa una distancia generacional importante.
Le aseguro que el tiempo pasa para todos. Se trata, y esto es para
Carlos también, de analizar la presencia y la opinión de la Universidad
como ámbito máximo del conocimiento en medio de una de la cosas más
terribles que nos ha tocado vivir como país y que justamente, no es
imputable a ninguna persona en su origen.
Si resulta analizable el comportamiento del tratamiento político y
sanitaria del problema, pero ni siquiera se llega allí, aún.
La Universidad que forjamos cuando eramos estudiantes luego de la
dictadura pretendió darse un camino de inclusión y modernización de los
claustros. La discusión entre claustros se extendió por mucho tiempo con
argumentos rebatibles, deseables, interesados y todo lo que se pueda
decir pero todos conocían las posiciones y orientaciones de cada actor
de la Facultad en nuestro caso.
Ahora bien, desde hace muchos años, entiendan bien, muchos años, en
nuestra facultad no hay reuniones de claustro y menos inter claustros
para analizar, pensar, discutir, intercambiar ideas. Estamos hablando de
ANTES de la pandemia.
La pandemia solo puso de manifiesto que no había mecanismos alternativos
y profundizó esta situación. Podría argumentarse que el Consejo de la
facultad se ha seguido reuniendo. Bien, es correcto. Ahora bien, con el
planteo previo, las opiniones, las posiciones de esos consejeros ¿a
quien representan?. Si no ha habido una reunión de claustro, egresados,
profesores consejeros, como fundamentan las posiciones del claustro al
que pertenecen.
Para analizar la situación de la pandemia en la facultad, primero
recurriría a referencias solventes como ocurre en los trabajos que los
profesionales deben abordar. Que un estudiante no pueda rendir su examen
final de Ingeniería o Doctorado con las condiciones edilicias, de
conocimiento, de distanciamiento mientras los familiares y amigos lo ven
juntos en una casa por internet para poder festejar ese momento mágico y
único, es de un anacronismo por analogía que no tiene explicación. Los
estudiantes, excepto los perjudicados, calladitos. Falta lugar en la
Planta piloto? los laboratorios? se pueden desdoblar actividades? se
pueden hacer cosas.
Si ésta Universidad carece de respuestas para éstas situaciones, como
garantizamos que sus egresados estén fogueados en la realidad, como se
justifica la sacralizada inclusión si la misma no da las respuestas que
de ella se esperaba. Como podemos opinar sobre algo si ni siquiera lo
ponemos sobre una mesa y lo abordamos.
Todas son preguntas y seguramente hay respuestas y sería bueno conocerlas.
Insisto, por último, desde hace AÑOS, que los estudiantes no pueden
saber que opinan los egresados y profesores por que está políticamente
prohibido en nuestra facultad. Más aún, hay sensores que auditan los
grupos y que definen la pertinencia de los correos electrónicos. Esta
situación debe cambiar.
Sigamos debatiendo ideas para que todos nos entendamos y conozcamos mejor.
Buen fin de semana.
Roberto A. Varela
El 21/5/21 a las 22:56, Andrea Barone Escobar escribió:
> Ing. Hartwig opino igual que Ud.
>
> No conozco al Sr. Varela, que me gustaría saber la edad... está de
> acuerdo con que todo tiempo pasado fue mejor... ???
> Está Ud. Seguro de esa afirmación? ( entre tantas otras afirmaciones
> de ese escrito)
> A ud. no se le murió nadie por covid?... cuando viva en carne propia
> lo que es perder a un ser amado por trabajar en un institución
> educativa... después me cuenta!
>
> Saludos Cordiales
> Andrea Barone
>
> El vie., 21 de mayo de 2021 20:09, Carlos Jaime HARTWIG
> <carlos.hartwig en uner.edu.ar <mailto:carlos.hartwig en uner.edu.ar>> escribió:
>
> Me parece un provocador que no respeta la vida no a las personas
> Destrata al sector más dinámico que con una adecuada apreciación
> científica comprende la realidad y se restringe a ella
> No es un sector arbitrario, individualista, libertario o ANCAP
> como son los sectores cercanos a Luciano Romá, que hacen mucho por
> no respetar la vida ni a las personas, solo a la libertad
> individualista, mezquina, no benebolente, ventajista y con solo el
> afán de lucro por sobre la vida
> Esto queda en evidencia en la mayoría de sus escritos, que
> realmente no merecen ningún respeto ni análisis para rechazar en
> todo sus falsos conceptos democráticos
> MÁS BIEN SE PARECEN EN MUCHO A LO QUE LOS ANTIGUOS GRIEGOS
> DENOMINABAN "IDIOT"
> Ing. Carlos HARTWIG
>
> <https://www.avast.com/sig-email?utm_medium=email&utm_source=link&utm_campaign=sig-email&utm_content=webmail>
> Libre de virus. www.avast.com
> <https://www.avast.com/sig-email?utm_medium=email&utm_source=link&utm_campaign=sig-email&utm_content=webmail>
>
>
>
> El vie, 21 may 2021 a las 17:30, Roberto Varela FCAL
> (<varelar en fcal.uner.edu.ar <mailto:varelar en fcal.uner.edu.ar>>)
> escribió:
>
>
> LOS UNIVERSITARIOS DE LA PANDEMIA, ENTRE LA RESIGNACIÓN Y EL
> SILENCIO
> Por Luciano Román
>
> La Nación
>
> Los universitarios se han quedado sin universidad. Sin
> embargo, parecen
> aceptarlo con una pasiva resignación. Aunque la historia los
> muestra
> como el sector más rebelde, contestatario y movilizado de la
> sociedad,
> una extraña atmósfera de silencio y conformismo se observa,
> esta vez,
> alrededor de universidades desiertas.
>
> El universitario es el único estamento educativo que no ha
> hecho ni
> siquiera el intento de retomar, con protocolos adecuados, la
> actividad
> presencial. Solo funciona –en una versión “de baja
> intensidad”– la
> mecánica de clases, seminarios y mesas examinadoras en el formato
> virtual. No es necesario detallar en qué medida se ha
> empobrecido la
> vida universitaria al suprimir –por tiempo indefinido– el
> encuentro
> “real” de estudiantes y profesores, la interacción entre los
> propios
> universitarios, la práctica en laboratorios, las asambleas o
> las salas
> de lectura. Miles de estudiantes de Medicina han aprobado
> Anatomía sin
> tocar un hueso. Es posible que, a este ritmo, tengamos las
> primeras
> “promociones virtuales” de ingenieros, médicos, odontólogos o
> arquitectos. La universidad se habrá encogido, así, hasta
> alcanzar la
> dinámica de los cursos por correspondencia. ¿Sus títulos
> valdrán lo
> mismo en el mercado laboral? Una pregunta que hoy nadie se
> formula.
>
> La burocracia que gobierna las casas de estudio deberá
> responder alguna
> vez por este cierre indefinido que ya lleva 15 meses. Pero el
> interrogante que tal vez debamos formularnos es ¿por qué las
> juventudes
> universitarias aceptan con tanta pasividad y mansedumbre esta
> pérdida
> irreparable en su proceso de formación? Una minoría lo hará por
> afinidades ideológicas: adhieren al cierre de universidades por
> compromiso con un oficialismo que ha decidido “militar” la
> parálisis
> educativa como una supuesta estrategia de cuidado sanitario.
> Lo han
> convertido en un dogma y un eslogan, aunque las evidencias
> demuestren
> que las aulas cerradas no atenúan la curva de contagios. Pero el
> silencio excede a las minorías militantes. ¿Tiene que ver con el
> espíritu de una generación que ha perdido la esperanza en el
> país y cree
> que rebelarse y discutir el statu quo no tiene sentido?
>
> Mientras el cierre de escuelas ha promovido una saludable
> reacción
> ciudadana y un fuerte debate público, el de las universidades
> pasa casi
> inadvertido, como si no hubiera matices, discrepancias ni
> reacciones
> ante un confinamiento eterno que no se verifica en ningún otro
> sector.
> ¿Dónde están los “universitarios organizados”?
>
> Hay millones de jóvenes que se sienten “una generación en
> tránsito”:
> piensan en recibirse rápido para emigrar con el título bajo el
> brazo.
> Tal vez esta universidad que despacha cursadas y recibidas por
> Zoom les
> ofrezca un atajo más directo a ese proyecto de salida. En ese
> caso, la
> pasividad ante el cierre de las facultades quizá sea la
> expresión de una
> especie de exilio anticipado de amplias franjas de la juventud
> argentina, que ya no se sienten parte, que miran al país con
> prematuro
> escepticismo y que no creen que valga la pena dar ninguna
> pelea más allá
> de sus objetivos prácticos. Quizá también sea un silencio
> cómodo, que
> conjuga con el espíritu de una generación que demora la ida de
> la casa
> de sus padres, elude los compromisos rígidos y milita la
> corrección
> política desde su teléfono celular.
>
> Hay, entre los universitarios, una mayoría silenciosa que
> reniega, con
> razón, del activismo militante. Lo ven anclado en un ideologismo
> dogmático, con reivindicaciones ramplonas de un setentismo
> desquiciado.
> Pero frente a esos reparos saludables cabría otro
> interrogante: ¿la
> única forma de alejarse de los extremos y dogmatismos es
> desentenderse
> del compromiso y el debate? ¿No se les deja así el camino
> libre a los
> sectores más ideologizados para que lleven la voz cantante?
>
> Buena parte de las minorías militantes también se sienten
> cómodas con el
> silencio. Sin ninguna fidelidad al espíritu universitario,
> ejercen la
> obediencia con el poder de turno, al que no buscan incomodar;
> mucho
> menos, confrontar. El kirchnerismo –se sabe– ha colonizado con
> dinero y
> con eslóganes a una importante porción del ecosistema
> académico. La
> principal organización política juvenil (La Cámpora) no se ha
> forjado
> “en la lucha” ni a la intemperie, sino al abrigo del poder y
> en el
> confort de los cargos. Hay, sin embargo, agrupaciones con larga
> tradición en la política universitaria que no han sido
> cooptadas por el
> oficialismo y, sin embargo, no parecen promover ningún debate
> consistente, más allá de algunas posiciones valientes pero
> aisladas.
> Hasta han tolerado, sin mucha discusión ni pataleo, que les
> metan a
> Boudou a dar cátedra en la UBA. Esos sectores universitarios
> que han
> protagonizado rebeldías históricas, que promovieron la Reforma
> del 18,
> que han sido siempre sensibles a la defensa de la autonomía
> universitaria, que han vivido en ebullición y han cultivado el
> espíritu
> asambleario, hoy se muestran dóciles y resignados ante un
> paisaje de
> facultades cerradas en las que nadie discute ni debate nada.
> Los centros
> de estudiantes están en estado vegetativo.
>
> El silencio también domina a un cuerpo docente que parece
> anestesiado.
> ¿Todos piensan igual? Hace tiempo que cierta uniformidad se ha
> apoderado
> de los recintos universitarios, donde el pluralismo, la
> diversidad, los
> contrastes y las divergencias deberían encontrar –por el
> contrario– un
> especial caldo de cultivo.
>
> Ni los estudiantes ni los docentes parecen poner en discusión
> el hecho
> de que funcionen los clubes, pero no los campos de deportes
> universitarios; las librerías comerciales, pero no las
> bibliotecas de
> las facultades; los restaurantes, pero no los comedores
> estudiantiles;
> los laboratorios privados, pero no los de los centros o
> institutos de
> investigación. Nadie plantea, tampoco, por qué los profesores
> que ya han
> sido vacunados (o los que no integran los grupos de riesgo) no
> pueden
> empezar a dar clases presenciales. Las fórmulas intermedias no
> parecen
> exploradas: el cierre es total y absoluto; lo mismo para
> facultades
> chicas que para las más grandes; para cátedras que trabajan al
> aire
> libre que para las que funcionan en espacios cerrados; para
> materias que
> exigen práctica y experimentación que para las que son puramente
> teóricas. En lugar de ofrecer modelos innovadores, con
> esquemas mixtos
> de presencialidad y virtualidad, la universidad (sin ninguna
> creatividad
> ni sofisticación) se ha aferrado a una medida rústica y
> primitiva:
> candado hasta nuevo aviso.
>
> El sistema universitario parece verse a sí mismo como una casta
> privilegiada escudada detrás de un discurso pseudoprogresista.
> “Militan”
> el cierre de aulas, pero no tolerarían que el recolector de
> residuos
> dejara de pasar por la puerta de su casa. Hacen una bandera de
> “la
> defensa de la universidad pública”, pero no se consideran
> “esenciales”
> en esta situación de emergencia. Quizá se sientan parte de eso
> que ha
> definido con pasmosa sinceridad Carlos Zannini:
> “Personalidades que
> necesitan ser protegidas por la sociedad”.
>
> Los jóvenes aceptan esta “universidad minimalista”, atomizada y
> encapsulada en el Zoom, sin reclamar su derecho a recuperar
> una vida
> universitaria que implica mucho más que avanzar casilleros en
> la carrera
> hacia un título de valor incierto. Entender las causas de ese
> silencio
> quizá nos lleve a encontrarnos con una generación que no ve un
> horizonte
> en la Argentina, que está instalada en el desencanto y que
> percibe la
> universidad como un lugar de paso; apenas una escala en un
> viaje hacia
> otra parte. En ese silencio quizá se esconda el fracaso de un
> país en el
> que, por primera vez, el futuro luce peor que el pasado.
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