[Docentes] RV: reenviar caparros

Carlos Omar Vuarant vuarantc en fcal.uner.edu.ar
Mar Jun 23 18:38:39 ART 2009


 

NUNCA ES TRISTE LA  VERDAD, LO QUE NO TIENE ES REMEDIO.....

 

 

Lucha de clases en la escuela pública (por Martín Caparrós)
 
 Soy un producto de la escuela pública argentina y a veces, cuando me
distraigo, me da
 orgullo; mi hijo también fue a la escuela pública y acaba de terminar su
quinto
 año. Pero en las décadas que pasaron desde que empecé primer grado
–inferior–
 nuestro sistema educativo cambió brutalmente. Cuando yo era chico sólo iban
a
 colegios privados los garcas que querían educarse a fuerza de hostias y los
raros que
 preferían hablar otros idiomas y los vagos que la escuela pública no
soportaba
 más. Pero mis amigos y yo –hijos de la clásica clase media porteña–
 sabíamos que el sistema de educación estatal era nuestro lugar: la escuela
pública
 era la mejor, la primera opción. Ahora no: mis amigos dudan mucho antes de
mandar a
 sus hijos a una escuela del Estado –y la mayoría no lo hace. 
 
 La educación pública ya no es para todos, ni para el que la elige; es para
quien no tiene
 más remedio. Tres de cada cuatro alumnos estatales pertenecen al tercio más
 pobre de la población. 
 Entre el 20 por ciento más pobre, nueve de cada diez van a la escuela
pública; 
 entre el 20 por ciento más rico, uno de cada siete. Y la tendencia se
acelera: 
 en 1997 el 24 por ciento de los chicos acomodados iba a escuelas públicas;
en 
 2006, según un informe del Centro de Estudios de Políticas Públicas, sólo
el 15 
 por ciento. Las cifras precisan lo que ya sabemos: que los padres quieren
mandar 
 a sus hijos al privado. En la escuela sarmientina quedan los que no pueden:
los 
 más pobres. 
 
 El fracaso de la educación pública es el efecto más espectacular del
derrumbe del
 Estado argentino. Solía ser su estandarte: la forma más eficiente de
producir esa
 relativa integración social que nos constituyó como país, en esas aulas
donde,
 bajo los delantales blancos, las clases sociales se mezclaban por un rato y
se
 formaban con las mismas consignas, las posibilidades brevemente
emparejadas.
 La educación pública servía para equilibrar, para integrar, para
 “redistribuir” –y para producir un país más educado, con mejores
posibilidades en todos los
 terrenos. Ahora parece como si no importara. Y, de hecho, no les importa a
los que
 manejan el Estado: hace mucho que mandan a sus chicos a colegios privados.
Es
 una característica de muchos estados actuales –sus dirigentes no se
incluyen en
 ellos, no usan sus escuelas y hospitales, no le pagan impuestos, no
respetan
 sus leyes–y es curiosa: ¿quién se imagina al gerente de la coca-cola
 pidiéndose una pepsi? 
 
 Así que tengo una propuesta populista para encarar la cuestión educativa.
Es una ley
 que habría que votar cuanto antes: “Queridos gobernantes, no todo pueden
ser
 alegrías, ganancias extraordinarias, honores merecidos, gratitud popular.
Los
 cargos deben tener alguna carga. Y ésta será modesta pero inflexible: se
 ordena, so pena de prisión  y pedorreta pública, que todos los funcionarios
del Estado
 –de un nivel equis para arriba– manden a sus hijos y nietos, sin excepción,
 a la escuela estatal más cercana”. Es posible que, entonces, la educación
 pública mejore seriamente. 


 Así estamos, en la lucha de clases.
 
 La lectura de esta nota, más el conocimiento de un anteproyecto de ley
impulsado por
 padres rionegrinos en 2002, proponiendo lo mismo; y un proyecto del senador
 brasileño Cristiam Buarque  - ex ministro de Educación del gobierno de Lula
-, con
 similar proposición en el país hermano, fortalecieron la sensación de que
no era
 una idea tan absurda.

 

 La "ingenuidad" sumada de muchos puede transformarse en una decisiva manera
de
 instalar el tema y llegar a que se debata seriamente.
 
 Si estás de acuerdo, reenviá este mensaje para que se propague y el mail
grite hasta que
 nos escuchen
 
 Saludos,
 Martín Caparrós

 

 

        Prof. Carlos O. Vuarant

             Secretario Técnico

Fac. Ciencias de la Alimentacion

            0345-423-1451





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